En la cena celebrada durante la cumbre de jefes de Estado de la Unión Europea en Bruselas, los Veintisiete ministros de Asuntos Exteriores de la UE acordaron esta semana revocar las sanciones diplomáticas contra el gobierno cubano y abrir un diálogo político incondicional, decisión cuya efectividad será revisada dentro de un año, si Cuba no cumple con condiciones como la liberación de los encarcelados por sus ideas. Según esta iniciativa, el Consejo reconoce "los cambios emprendidos hasta la fecha por el Gobierno cubano", "apoya los cambios continuos de liberalización en Cuba" y "alienta a Raúl Castro a introducirlos, por coherencia con las intenciones que ha manifestado".
La UE se compromete, además, a "destacar ante el Gobierno cubano su punto de vista sobre la democracia, los derechos humanos universales y las libertades fundamentales" y a pedirle que respete la libertad de expresión e información.
A mí esto me parece un excelente paso y, paradójicamente, lo que más me ha gustado es el término incondicional. Incondicional es una palabra peligrosa para los que llevan casi 50 años aferrados al bloqueo al gobierno cubano, en un estéril intento por derrocarlo, que sólo ha conseguido hacer más graves y dolorosas las penurias que ya padece la población cubana, producto de la propia ineficiencia e inconsistencia económica del sistema. A “incondicional” le falta odio y revancha. Da igual lo mal que lo haya pasado la gente en estas cincos décadas.
Incondicional es también un término peligroso, muy peligroso, para las autoridades cubanas. No deja pretexto alguno para continuar señalando a los enemigos que tratan de “ahogar la Revolución” (Revolución por gobierno cubano). ¿Hubiera resistido el sistema cubano el levantamiento, súbito e incondicional, del embargo de Estados Unidos a la isla? La entrada de capital, las inversiones a gran escala, la libre circulación masiva de turistas y visitantes norteamericanos podían haber sido un reto insalvable para las rígidas y anquilosadas estructuras, una especie de avalancha que arrastrara al sistema mismo hace rato. Ya lo han dicho por ahí en reiteradas ocasiones politólogos de todo tipo.
No es de extrañar entonces que a ninguna de las partes extremas de este diferendo agrade la medida de la UE: Estados Unidos considera que la decisión puede dar la sensación de conceder "legitimidad" a un régimen dictatorial. El portavoz del Departamento de Estado, Tom Casey, dijo que una decisión de este tipo puede dar la sensación de que "se da una legitimidad adicional o da a entender al régimen dictatorial que su continua opresión del pueblo cubano es ahora más aceptable de lo que era antes".
Si vamos a hablar de legitimidad a esta altura, creo lo contrario: el embargo a Cuba lleva 50 años legitimando las posiciones del gobierno cubano y ha quedado validado por la práctica como instrumento de política internacional absolutamente ineficaz. Útil incluso, como pretexto. Prohibiendo a millones de ciudadanos norteamericanos ejercer su libérrimo derecho a ir de vacaciones a cualquier isla, cuando esa isla tan cerca se llama Cuba.
Por otra parte, -y a pesar de que la Habana había considerado hasta ahora indispensable que Bruselas eliminara completamente estas sanciones antes de aceptar las ofertas de diálogo con la UE-, también muy a pesar de que hubo una declaraciones iniciales positivas de algunos funcionarios cubanos sobre la medida de la UE, Fidel Castro ha proclamado "Deseo consignar mi desprecio por la enorme hipocresía que encierra tal decisión" y afirma que la hipocresía de la UE es "más evidente cuando coincide con la brutal medida europea de expulsar a los inmigrantes no autorizados procedentes de los países latinoamericanos, en algunos de los cuales la población en su mayoría es de origen europeo", siguiendo a la detención de siete disidentes en Matanzas aunque – afortunadamente - acabo de leer que las autoridades cubanas los liberaron en la madrugada. Queda sin embargo un mal sabor, a revancha también.
Entonces ¿en qué quedamos? ¿Nadie contento? Creo que se ha impuesto el sentido común y de futuro con Cuba, como han dicho diplomáticos europeos. Pero ello no gusta a los que tiran de la cuerda hace tantos años, cada uno a su lado, en busca de una victoria final de su ego y sus intereses políticos, de aplastar al otro pasando por arriba de la suerte y el destino violento de millones de personas que viven en la isla, personas que en su mayoría necesitan lo mismo que las demás, comer, tener un techo y criar en paz a sus hijos, antes que libertad -tan traída y llevada a los dos lados de la cuerda- u otros términos abstractos.
Los que tiran de la cuerda corren el peligro de que se acabe por resolver con diálogo y medidas incondicionales el diferendo cubano-americano de una vez, de que Cuba se abra ¡por fin! al mundo…. y ahí no habría ya nada a lo que aferrarse. Se acabaría el enemigo, como pasó con los rusos.
No se me ocurre una imagen para animar esta entrada. Quizás, sí.

En mi terraza le acaban de salir este verano al helecho hojas nuevas, verdes y frescas, sobre las oscuras, inclinadas y quemadas hojas del larguísimo invierno. Así quisiera que se abrieran y crecieran los enfoques, ahí dentro y desde fuera, constructivos e incondicionales, para una Cuba del siglo XXI, menos decadente y sufrida.